Concluye hoy la primavera y, como cada tres meses, ¡nueva recapitulación de mis lecturas!
Y no ha sido una primavera normal con el problema que todos conocemos pero por suerte siempre tengo libros por leer en mi biblioteca, aunque es cierto que la he dejado bastante «al día». Por cierto, intento elegir siempre tres o cuatro para no extenderme demasiado, pero esta vez ha sido imposible y en breve entenderéis por qué.
Empezaré con este clásico que no había leído. Durante mi primer acercamiento a Macondo y a la familia Buendía he seguido constatando por qué me gusta tanto el escritor colombiano (tampoco estoy descubriendo la rueda). La novela nos va llevando desde los inicios de la familia cuando todavía no existe el pueblo, hasta que han pasado varias generaciones por él.
A través de todo el enjambre de nombres (con muy poca innovación) vamos viendo diferentes integrantes de la familia, su historias, y cómo se van repitiendo ciertos patrones.
… muy pronto se vio que era un legítimo Aureliano Buendía, con sus pómulos altos, su mirada de asombro y su aire solitario.
La sangre Buendía se va combinando con otras familias dando pie a diferentes historias pero sin perder su esencia. Bueno ejemplo de ello es el relato sobre los diecisiete hijos de Aureliano Buendía.
Llevaron niños de todas las edades, de todos los colores, pero todos varones, y todos con un aire de soledad que no permitía poner en duda el parentesco.
Me ha gustado mucho cómo el autor narra el nacimiento, desarrollo y decadencia tanto del pueblo como de la familia y no conocía el término «realismo mágico». Fue, precisamente, lo que más me chocó obligándome a releer varias veces algunos párrafos que, de tan quijotescos, me parecían locura.
Tanto este libro como el siguiente tienen una historia curiosa. Ambos estaban esperándome en la estantería (ya les llegaría su momento) y, uno de mis mejores amigos, casualmente, estaba leyendo La verdad sobre el caso Savolta por lo que decidí subirme al carro. Terminamos a la par y, él, se puso con el siguiente ¡y también lo tenía!. Así que, hemos hecho un mini club de lectura, aprovechando el confinamiento.
Este libro, cuyo título original debió ser Los soldados de Cataluña, pero Mendoza sufrió la censura allá por 1975, trata temas tan variados como el poder, el amor y la guerra en una historia que te atrapa.
…la empresa Savolta, cuyas actividades se han desarrollado de manera colosal e increíble durante los últimos años al amparo y a costa de la sangrienta guerra que asola a Europa…
Mendoza nos va dando pinceladas de los personajes haciéndolos crecer muy poco a poco combinando al narrador con testimonios de un juicio situado en el futuro, lo que enriquece la obra con sus constantes saltos temporales.
Nuestros problemas ya no existían, porque un problema deja de serlo si no tiene solución.
Cerrando nuestro mini club de lectura, este clásico de la literatura estadounidense (y premio Pulitzer) cuenta la historia de una niña en el pueblo ficticio de Maycomb. A través de sus ojos, vamos conociendo a su hermano, su padre y sus vecinos, con historias cotidianas que van trazando temas como el racismo, el aislamiento o la educación.
No supe imaginarme cómo se enteró Atticus de que estaba escuchando, y sólo al cabo de muchos años comprendí que quería que oyese todas las palabras que dijo.
El bueno de Atticus (¡qué personaje!) se ve obligado a defender a Tom Robinson, un hombre de raza negra. Esto generará tensiones en el pueblo y llevará hasta sus límites a las distintas tribus que en él habitan.
No podía asegurarle honradamente que tuviéramos otra cosa que una buena probabilidad. Me figuro que Tom estaba cansado de las probabilidades de los hombres blancos y prefirió intentar la suya.
Reseñar también todo lo que sucede alrededor de otro de los grandes Personajes de la obra, «Boo» Radley, cuya historia nos hará reflexionar.
Quería leer esta novela gráfica desde hace unos quince años y por unas cosas u otras, nunca le llegaba el momento. Pero, tras recibirlo como regalo de cumpleaños estos días, le llegó su hora.
¿Qué harías si, a tus 48 años, te encuentras de repente en un tren (al que no recuerdas haber subido) y cuando te das cuenta has vuelto a tu edad escolar, pero con toda la experiencia que habías acumulado? Esta es la premisa de una gran historia. Un viaje en el tiempo en el que enmendar errores del pasado y rememorar la infancia a través de un relato lleno de paz y sosiego.
Lo mejor: cómo el dibujante Japonés, cierra la historia de una forma increíble.
Los Nazis ganaron la guerra y el mundo se lo repartieron entre Alemanes, Japoneses e Italianos. Así arranca esta magnífica ucronía sobre una temática que recomiendo al lector, conozca bastante de antemano, para así poder saborear bien las alternativas que ofrece. Todo ello impregnado con cultura oriental formando un combo exótico que solo podía haber nacido de una mente como la de este autor.
El señor Nobusuke Tagomi consultaba el divino Libro Quinto de la sabiduría de Confucio, el oráculo taoísta llamado durante siglos el I Ching, El libro de los Cambios.
Se irán combinando personajes ficticios y reales con un toque extra, por si le faltaba algo: Durante sus páginas, se habla de otro libro (que será vital para la trama) que detalla una versión alternativa en el que los aliados ganaron la guerra, ¿os suena?.
Lamentaba haber empezado a leerlo. Pero era demasiado tarde; ahora tenía que terminarlo.
Philip K. Dick, Nazis y cultura asiática. ¿Qué más se puede pedir?
Y cierro con el que más me ha sorprendido de todos. Hace unos meses me topé con él en una librería de segunda mano (¡cómo se van las horas en estos sitios!) y pensé «Benedetti, no he leído nada de él»; y lo cogí. Muchas veces pensé en leerlo pero me echaba para atrás su sinopsis (muy serio, algo deprimente…) y solo ahora me atreví. Pues bien, podría ser una de mis lecturas favoritas de cuantas he incluido en el artículo, e incluso uno de los mejores que he leído en bastante tiempo.
El escritor uruguayo narra toda la novela mediante entradas en el diario de Martín Santomé, donde iremos conociendo a este personaje, viudo con tres hijos, a quien se acerca su jubilación.
Si alguna vez me suicido, será en domingo. Es el día más desalentador, el más insulso. Quisiera quedarme en la cama hasta tarde, por lo menos hasta las nueve o las diez, pero a las seis y media me despierto solo y ya no puedo pegar los ojos. A veces pienso qué haré cuando toda mi vida sea domingo.
A lo largo de su diario vamos viendo sus cambios de humor y sus pensamientos (invadiendo su intimidad) e iremos conociendo al reducido elenco de personajes que hacen de esta sencilla novela una maravilla. De uno de ellos, la joven de 24 años Laura Avellaneda, terminará enamorándose, y ahí es donde está la fuerza de la novela: como estamos leyendo su mente vemos como un día Avellaneda «No es una preciosura. Bueno, sonríe pasablemente. Algo es algo» y, meses después, «Creo que estoy enamorado de usted».
¡Quiero seguir leyendo a Benedetti!
Me gustaría terminar el post con una proposición: id a vuestra librearía favorita y comprad unos cuantos ejemplares porque lo están pasando fatal y necesitan vuestra ayuda más que nunca.