Hoy empieza la primavera, una primavera muy diferente a las demás ya que arrancamos esta estación recluidos en casa. Nos ha tocado vivir una situación especial (e histórica) que nos priva de muchas de nuestras actividades cotidianas, aunque por suerte podemos refugiarnos en la lectura.
Y viene precedida de un invierno con grandes libros como viene siendo habitual, ya que intento ser muy selectivo a la hora de elegir lo que leo. Nuestro tiempo es limitado.
Arranqué el invierno con esta fenomenal novela del escritor estadounidense con la suerte de no conocer la historia (en serio) previamente. Ni sabía de qué iba la trama, ni había visto la película homónima de Rob Reiner, que he visto por fin estos días.
Con una historia sencilla en la que un escritor aparece, tras un accidente, en la casa de su (obsesiva) fan número uno, Stephen King nos atrapa durante las páginas a la vez que somos testigos del oficio de la escritura, lo que da un extra muy interesante a la obra.
Descubrió tres cosas casi simultáneamente unos diez días después de haber salido del nubarrón. La primera, que Annie Wilkes tenía mucho Novril. La segunda, que estaba enganchado al Novril. Y la tercera, que Annie Wiles estaba peligrosamente loca.
Otra parte muy interesante del libro es la metahistoria de Misery, la protagonista de la saga más popular escrita por el protagonista y de la que él reniega, pero que podría salvar su vida.
Estaba loca, pero él la necesitaba.
Aunque si solo pudiera quedarme con un libro, este es el mejor que he leído estos tres meses. Durante sus más de seiscientas páginas, Wolfe nos va paseando por New York, de personaje en personaje para enseñarnos todos los rincones y clases sociales de la ciudad, que es sin duda el protagonista principal de la obra. Si además has tenido la suerte haber estado allí, tu imaginación te irá llevando por cada barrio reviviendo tu estancia en la gran manzana.
– Sherman, estoy segura de que para ir a Manhattan hay que salir por allí.
– Tienes razón, cariño, pero ahora ya no puedo meterme hacia esos carriles.
– ¿Y éstos? ¿Adonde llevan?
– Al Bronx.
Un corredor de la bolsa con su lujoso estilo de vida, un periodista un tanto alcohólico con ganas de conseguir El Gran Titular, un reverendo de El Bronx con ansias de popularidad y un ambicioso abogado, urden esta trama cuando se cruzan sus vidas tras un inesperado accidente de coche, que pondrá patas arriba sus vidas..
Se guardó el revólver de su Resentimiento en la cartuchera, y le dijo a su Esnobismo que se fuera a descansar un rato a cualquier rincón.
Y termino con La Máquina del Tiempo, novela que llegó a mis manos por serendipia ya que, el actual reclutamiento hizo que revisitara mi biblioteca en busca de lecturas pendientes y lo encontré ahí, escondido, sin recordar en qué momento me hice con él. ¿Lo adquirí en el pasado o en el futuro?
– Usted puede moverse para aquí y para allá, en todas las direcciones del espacio, pero no puede ir para aquí y para allá en el Tiempo.
– Este es precisamente el germen de mi gran descubrimiento.
Y es que esta novela de ciencia ficción escrita en 1895 abre nuestra imaginación sumergiéndonos en las aventuras de El Viajero a través del Tiempo, que es como llama Wells a su protagonista sin nombre.
Al principio nos mirábamos los unos a los otros de tiempo en tiempo. Después dejamos de hacerlo, para quedar tan sólo con los ojos fijos en el rostro del Viajero a través del Tiempo.
Cortito, pero cargado de grandes reflexiones sobre el futuro de la humanidad.
Veremos, en unos meses, cuáles han sido mis libros favoritos de esta primavera especial.