Tres meses han pasado desde que hablara sobre lo mejor que leí en verano y, como cada trimestre (espero seguir haciéndolo sin faltar a la cita), traigo en este artículo mis lecturas favoritas de este otoño que acaba de terminar.
Ha sido una estación con muchas y muy buenas lecturas pero me quedo con tres de ellas tocando temáticas muy diferentes.
Una de mis primeras lecturas de estos meses fue De la Tierra a la Luna que cuenta como Impey Barbiane, el presidente del Gun-Club (sin faena al terminar la Guerra de Secesión), propone la construcción de un cañón gigante para enviar un proyectil a la Luna. Y no se trata de un plan descabellado porque lo había planeado muy bien.
Tenía respuestas para todas las preguntas y soluciones para todos los problemas.
Y en toda historia con un protagonista (el constructor de proyectiles) hay un enemigo, y no es otro que el capitán Nicholl (constructor de escudos) lo cual lleva a una trifulca muy entretenida con apuestas de por medio. Pero cuando parece estar todo decidido aparece Michel Ardan, un orador francés que propone viajar dentro del proyectil y, no solo eso, sino pedirá que le acompañen ambos adversarios.
No voy a empeñarme en que se pongan usetedes de acuerdo. Me limitaré a decirles lo siguiente: vengan ustedes conmigo.
Podría parecer una novela infantil pero, a mis 34 años, he disfrutado en grande con esta lectura y he aprendido mucho. Y es que Verne, con grandes dosis de ciencia (escrita un siglo antes de la llegada del hombre la luna) nos cuenta una historia fascinante que nos atrapa de principio a fin.
En este libro, ambientado en Praga durante 1968, Milan Kundera nos cuenta historias cotidianas de varias parejas pero de un modo que nos hace reflexionar. ¿Dónde está la fidelidad? ¿En el acto? ¿En el pensamiento?
A lo largo de sus páginas se tratarán todo tipo de situaciones (propias de una peli de Woody Allen), escritas con tanto estilo que te quitará las ganas de escribir algo algún día.
Las preguntas verdaderamente serias son aquellas que pueden ser formuladas por un niño.
Algo que me pareció muy curioso es como, en ocasiones, el escritor checo salta de la narración de sus personajes a sus propios pensamientos de forma muy sutil.
Los personajes de mi novela son mis propias posibilidades que no se realizarán.
Aunque si solamente pudiera quedarme con uno, este sería El mundo de ayer del gran Zweig, quien se está convirtiendo, poco a poco, en uno de mis autores favoritos. Nunca un libro de 545 páginas se me había desvanecido de las manos como este. ¡Que no acabe nunca!
Desde que me empezó a salir la barba hasta que se cubrió de canas, se han producido más cambios y mutaciones radicales que en diez generaciones.
Esta autobiografía lo tiene todo. Nos hará entender un poco mejor la evolución de los europeos a través de las guerras mundiales del pasado siglo (fue publicado durante la segunda guerra mundial a la que Zweig no vio fin), entenderemos los picos y valles de la vida del autor austriaco (he sido homenajeado y marginado, libre y privado de libertado, rico y pobre.) y veremos la evolución de su estilo de escritura, una de las cosas que más me han interesado.
Se convierte en una especie de juego de cacería: descubrir una frase, incluso una palabra, cuya ausencia no disminuya la precisión y a la vez aumentaría el ritmo.
A medida que vas leyendo te das cuenta de lo rica que fue su vida, la ingente cantidad de intelectuales con los que convivió y cómo pasó de ser de los autores más leídos de Europa a ser prohibido por Adolf Hitler.
Pero toda sombra es, al fin y al cabo, hija de la luz y sólo quien ha conocido la claridad y las tinieblas, la guerra y la paz, el ascenso y la caída, sólo éste ha vivido de verdad.
En definitiva, tres libros maravillosos que ponen el listón muy alto de cara al invierno.